En el marco “Actualidad de la investigación arqueológica en España”, organizado por el Museo Arqueológico Nacional en colaboración con la Fundación Palarq
La conferencia se realizará el martes 5 de noviembre, a las 18h en el MAN y la asistencia es libre y gratuita
La ciudadela fenicia. Excavaciones en el Cabezo Pequeño del Estaño (Guardamar, Alicante) es la charla que ofrecerán Fernando Prados Martínez (Universidad de Alicante), Antonio García Menárguez (Museo Arqueológico Guardamar del Segura) y Helena Jiménez Vialas (Universidad de Murcia) el martes 5 de noviembre a las 18h, en la sala de conferencias del Museo Arqueológico Nacional (MAN), en el marco del ciclo“La actualidad de la investigación arqueológica en España”
Vista aérea de la ciudadela. Foto Proyecto Modular-UA
LA CIUDADELA FENICIA. EL CABEZO DEL ESTAÑO DE GUARDAMAR (ALICANTE)
El yacimiento se sitúa sobre la margen derecha del río Segura, a 2 km de la desembocadura actual. Ocupa una loma alargada que se eleva 25 m sobre el nivel del mar y consta de una superficie de 1,1 Ha. Los estudios paleogeográficos coinciden en señalar que durante el siglo VIII a.C. fue un enclave costero ubicado en el borde interior de un estuario navegable y abierto al mar Mediterráneo.
Los investigadores plantean que este enclave ocupó una zona despoblada en el momento de su fundación. El poblamiento indígena (precolonial) se ubicó un paso al interior, sobre las faldas de las sierras costeras que rompen el perfil de la plataforma litoral alicantina. Este patrón de asentamiento y esta dualidad entre el poblamiento indígena y el fenicio es una constante en la práctica totalidad de los espacios de contacto, desde las islas centro-mediterráneas hasta el estrecho de Gibraltar.
La antigüedad de las cronologías que está ofreciendo el yacimiento (fundado en las primeras décadas del siglo VIII a.C.) y la complejidad de su trama urbana y su arquitectura, en fases tan tempranas de la presencia colonial fenicia, subrayan su importancia. La necesidad de fortificar y generar espacios hábiles para el almacenaje en el interior del poblado son sin duda reflejo de unas relaciones complejas con la población local, al menos al principio.
Junto a la explotación agrícola y a la sal abundante en la zona de forma natural, los fenicios buscaron con este enclave explotar otras riquezas de la región tales como el hierro, el plomo y la plata de las vecinas sierras murcianas, que llegaría tanto por el río Segura como por la costa desde la zona de Mazarrón y Cartagena, según revelan las analíticas. El elemento más característico y espectacular es la muralla de casamatas. Presenta una estructura de 4 m de anchura generada a partir de la construcción de dos lienzos paralelos unidos por muros equidistantes conformando cuartos rectangulares. Con alzados aún en pie superiores a los 2 m de altura, la muralla presenta una sorprendente modulación conforme a la medida del codo fenicio (=52 cm). Se trata de un modelo arquitectónico de tipo oriental, con los paralelos más cercanos en las fortificaciones del sur de Fenicia y del área del Neguev.
Las estructuras habitacionales excavadas hasta el momento presentan, por su parte, unas características tecnológicas y tipológicas similares a las que se conocen en otros ambientes fenicios (plantas tripartitas, hogares, bancos corridos, etc.). Todo ello, sumado a los hallazgos materiales, indica que debió de ser una más de las célebres factorías comerciales fenicias de occidente.
Materiales cerámicos del taller metalúrgico. Foto Proyecto Modular-UA
El episodio sísmico y la fase de retroceso urbano (740-700 a.C)
El caso es que este establecimiento costero sentó las bases de un posterior proceso económico, político y social en el que la presencia fenicia se mezcló con las comunidades indígenas que residían un paso al interior, generándose una nueva identidad “mestiza” que será la base de la posterior cultura ibérica, que tiene en esta zona ejemplos señeros como los poblados de El Oral o Cabezo Lucero.
La excavación viene ofreciendo una mayor presencia de materiales a torno en las fases más antiguas, previas a la caída parcial de la muralla, que atribuimos a un movimiento sísmico que se reconoce en a través de muchas evidencias. Después de este episodio, que por las dataciones de C14 y el aplastamiento de varias ánforas y vasos cerámicos bajo los muros podemos fechar en el último cuarto del siglo VIII a.C., varios espacios, incluso parte de trazado viario, entraron en desuso. Todo apunta a que tras el seísmo arrancó una fase de retroceso urbano. Con “retroceso” queremos decir que se perdieron espacios públicos, de circulación y de almacenaje, al tiempo que surgieron otros, de menor desarrollo arquitectónico y que vinieron a adaptarse a los derrumbes procedentes de la caída de la muralla.
Detalle de un ánfora fenicia en el interior de una casa. Foto Proyecto Modular-UA
El establecimiento metalúrgico (700-670 a.C.)
El último momento de ocupación del yacimiento fenicio previo a su abandono se caracterizaría por la presencia de determinadas actividades artesanales, en concreto metalúrgicas. La localización de una gran estructura de planta circular, de más de 4 m de diámetro, erigida sobre los escombros de la muralla, es clarificadora al respecto. Por encima de su pavimento se han localizado evidencias de lo que parece ser un taller de copelación de plata, así como materiales que permiten fijar el abandono definitivo del poblado avanzado el primer cuarto del siglo VII a.C.
El proyecto de investigación, que combina excavaciones arqueológicas con la consolidación de las estructuras se desarrolla desde 2014 por un equipo del INAPH (Instituto de Arqueología de la Universidad de Alicante) y el Museo Arqueológico de Guardamar. Los directores son Fernando Prados (profesor titular y coordinador del Máster de Arqueología en la UA) y Antonio García (director del Museo de Guardamar).