El Cañón de Santa Teresa fue declarado Patrimonio Mundial en 1993 por su arte pintado
Las pinturas murales llegan a tener hasta 3 metros
La arqueoacústica estudia de las propiedades acústicas del paisaje
El proyecto: “El paisaje sonoro y el arte rupestre del Cañón de Santa Teresa, Baja California Sur, México” se desarrolló en el año 2018, teniendo lugar el trabajo de campo entre el 27 de marzo y el 4 de abril de 2018. El equipo, dirigido por Margarita Díaz-Andreu, de la Universitat de Barcelona, estaba compuesto por los arqueólogos Leslie Zubieta (también de la UB), César Villalobos (Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM), María de la Luz Gutiérrez Martínez (Centro regional INAH Baja California Sur del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México) y Tommaso Mattioli (UB, quien, aunque no pudo unirse al equipo en el campo, fue el responsable de analizar los datos obtenidos en la campaña). Acompañaron a este equipo los custodios y guías del INAH Aarón Real Villavicencio, José Antonio Arce (Santos), José Jesús Zúñiga (Chuy), Zenaida, Izamar y Guillermo Arce.
El trabajo de campo se hizo con permiso otorgado por el Consejo de Arqueología, INAH.
Pintura mural en la Cueva de las Flechas con motivos humanos y de animales en el Cañón de Santa Teresa ©
El Cañón de Santa Teresa se encuentra en la Sierra de San Francisco, en la zona central de la península de Baja California. El arte de esta sierra es espectacular: pintado en el estilo Gran Mural, fue declarado Patrimonio Mundial en 1993. Su característica más relevante es el gran tamaño de las figuras, que llegan a alcanzar los tres metros en casos excepcionales, representando humanos y animales junto a figuras abstractas de difícil interpretación. Aunque la datación de este estilo es todavía objeto de debate, parece que su realización se extendió durante varios miles de años hasta principios del primer milenio antes de nuestra era. Esto significa que es anterior la etnia cochimí que encontraron los colonizadores españoles allí, una población que parece que llegó a la zona en los primeros siglos de nuestra era. El misionero jesuita Miguel del Barco (1706-1790) aseguraba que los nativos explicaban que los murales habían sido realizados por unos gigantes que habían llegado del norte y que habían vivido en aquella región antes de ellos.
Las poblaciones indígenas de la península de Baja California que describen las fuentes del siglo XVIII tienen ciertos rasgos similares que nos pueden servir para entender a los productores de aquellas pinturas. Al parecer realizaban ceremonias por la noche en barrancos en los que se bailaba durante varias jornadas. Los chamanes, quienes se cubrían con unas largas capas de pelo humano, dirigían las ceremonias y empleaban sonajas, un tamboril a modo de zambomba, instrumentos de percusión formado de pequeños huesos, flautas y zumbaderas. Aunque las fuentes que nos relatan estas costumbres son más explícitas en referencia a las poblaciones más septentrionales, en prácticamente toda la península se ha encontrado cultura material asociada a estas. Por otra parte, el padre misionero Juan Jacobo. Baegert (1717-1772) relataba que los hechiceros de los Guaycura, quienes vivían en la zona sur, “a veces entran en una cueva y al cambiar sus voces tratan de dar la impresión a la gente de que están conversando con algún ser misterioso”. Todo esto nos viene a decir que la música fue importante para los pueblos nativos que habitaron en Baja California tanto en la época moderna como, según nos muestran los hallazgos arqueológicos, en el pasado.
Abrigo rupestre de Cueva de las Flechas ©
¿Qué es la arqueoacústica?
La investigación realizada en el Cañón de Santa Teresa tenía como objetivo el estudio de las propiedades acústicas del paisaje, para responder a la pregunta de si los lugares con acústica especial podrían haberse priorizado a la hora de escoger los abrigos rocosos donde pintar. Con una metodología diseñada con ayuda del Dr. Angelo Farina, catedrático de la Universidad de Parma especializado en ingeniería acústica, durante el trabajo de campo analizamos por una parte la acústica del cañón y por la otra la de una selección de abrigos rupestres. En cuanto al cañón, se midió la acústica de más de siete kilómetros del barranco con estaciones de medida separadas 500 metros la una de la otra. Los resultados apuntan a que la mejor acústica se encuentra precisamente en la zona con los dos abrigos pintados con mayor profusión, que son las espectaculares Cueva Pintada y Cueva de Las Flechas, al igual que en la zona de Cueva de San Julio, también con gran número de figuras pintadas. El análisis de los datos también identificó que la acústica es también particularmente buena en los dos sitios con grabados antiguos (Piedra de Chuy y Cueva de Los Corralitos). Contrastando con estos buenos resultados, pudimos comprobar que nada diferenciaba la acústica de los abrigos con o sin arte rupestre, lo que indica que era más importante la buena acústica de zona de alrededor de donde se pintaba que en los abrigos mismos. Los resultados cobran sentido si recordamos que las fuentes nos hablan de la importancia de los bailes en el fondo del barranco.
Trabajos de arqueoacústica en una cueva al norte de La cueva de los músicos ©
Trabajar en el Cañón de Santa Teresa fue un reto y a la vez un privilegio. La zona solo es accesible a lomo de mula y tras las tres horas que se tarda en bajar el empinado desnivel hacia el barranco y otras tantas hasta llegar al lugar de acampada, ya no existe conexión inmediata posible con el mundo exterior. Los pocos que vivían en los ranchos del cañón abandonaron hace unas décadas debido a las graves y prolongadas sequías que les hicieron perder todo el ganado y por tanto la zona estaría totalmente desierta si no fuera por los guías y los turistas que hoy en día bajan a admirar las pinturas. Sin posibilidad de comprar ni comida ni ningún tipo de material, el trabajo de campo necesitó una meticulosa planificación previa que permitió una campaña sin sobresaltos exceptuando un último día sin apenas qué comer por el bajo nivel de vituallas en la despensa. Ver las estrellas sin contaminación lumínica, observar a nuestros guías con su sombrero tejano cazando al lazo las mulas o caminar por las veredas bordeando por lo alto el barranco son recuerdos que difícilmente desaparecerán de la memoria.
Una vez analizados los datos los resultados del proyecto se han presentado en el congreso de la Sociedad para la Arqueología Americana (Albuquerque abril de 2019) y en el de “Artes, paisajes y objetos sonoros del pasado”, IX Simposio de Historia del Arte (Bogotá, septiembre 2019), además de haber sido explicados en un seminario en la Universidad de Barcelona (abril 2019). Una primera publicación de los resultados verá la luz en un futuro cercano.
Proyecto apoyado por Fundación Palarq
- Buscando los paisajes sonoros del pasado - 1 octubre, 2019
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