La domesticación del fuego es un hito clave en la supervivencia de nuestra especie, y como tal ha quedado recogido en las múltiples culturas de todos los tiempos.
Una cuestión relevante es determinar cuándo y cómo se incorporó regularmente a la vida cotidiana de las gentes del pasado.
Figura 2: Tres estructuras de combustión de pequeñas dimensiones identificadas a partir del impacto térmico sobre la superficie del nivel 497D de Cova Gran de Santa Linya. H 14 es un hogar excavado en el suelo del que se extrajo una caja de escayola para analizar la micromorfología del sedimento termoalterado.
Se asume que hace 200.000 años, diversas especies de homininos -entre ellos H. neanderthalensis- podían inicializar y mantener el fuego independientemente de la ignición espontánea que se da en la naturaleza. Esta capacidad les permite obtener luz y calor, a la par que cataliza la vida social de estas gentes. Paradójicamente, los indicios con los que evaluar estos comportamientos no son fáciles de reconocer arqueológicamente.
Un registro privilegiado es el análisis de las transformaciones generados por el fuego sobre el suelo de ocupación en que se realiza. Esos cambios fisicoquímicos sobre el sedimento identifican estructuras de combustión, pudiendo diferenciarse entre hogares realizados sobre el suelo, de otros que se posicionan dentro de espacios excavados. Esos focos pueden estar delimitados por piedras o recubiertos por lajas o cantos (fig. 1). Estos indicadores explican parcialmente el posible uso de los hogares en el pasado. El análisis de las alteraciones microscópicas del sedimento quemado es una técnica que permite obtener informaciones relevantes. Para realizar este análisis debe obtenerse una columna del sedimento del interior del hogar, que una vez consolidada en laboratorio se extrae una lámina delgada para su observación a nivel microscópico. Estas láminas que registran la microestratigrafía interna de un hogar permiten conocer la temperatura alcanzada por el fuego y el combustible empleado. Igualmente, señalan si esos hogares corresponden con eventos únicos, o fueron inicializados en varios momentos temporales. Estas indicaciones nos aproximan a la posible función del hogar y la duración de la ocupación en el yacimiento.
Figura 1: La replicación de hogares de campo bajo condiciones controladas permite analizar las transformaciones que se producen sobre el suelo y los residuos de combustión. Se aprecia un hogar en pleno funcionamiento, y en segundo plano las cenizas y carbones que cubren la superficie termoalterada de un fuego que ha completado el ciclo de combustión.
Cova Gran de Santa Linya y Roca dels Bous son dos asentamientos localizados en el Prepirineo de Lleida, que preservan ocupaciones H. neanderthalensis entre 50-40 ka. En ambos sitios se han excavado numerosas estructuras de combustión de forma circular o elíptica (fig. 2). El estudio micromorfológico muestra que estos hogares que alcanzan temperaturas entre 400º-600º, no están alterados por perturbaciones naturales o antrópicas, al aparecer estratificados productos de combustión como cenizas, sedimentos termoalterados y rubefacción basal (fig. 3).
La comparación de estos indicadores en estos yacimientos promueve varias reflexiones. En ambos casos, el fuego era un elemento central en la organización de las ocupaciones que implicaba el acarreo regular de combustible para alimentar las hogueras que debieron funcionar durante la ocupación de estos sitios. Aunque estos hogares son similares, se aprecian diferencias que se pueden relacionar con las actividades, duración de las ocupaciones y posiblemente el tamaño de los grupos que visitaron esos lugares. En Roca dels Bous los hogares se adosan a la pared con el fin de retener el calor de la pared del abrigo, lo que sugiere un uso calorífico. En Cova Gran el fuego se integraba con actividades relacionadas con la obtención de calor, luz, el procesado de alimentos, y por qué no, con la socialización de esos grupos. Seguramente estas implicaciones no son excluyentes y las estructuras de combustión probablemente se relacionan con actividades de subsistencia, al tiempo que nutren la construcción de un entorno social entre los componentes de los grupos.
Figura 3: Distribución vertical de las fases de combustión de un hogar, compuesta por dos laminas delgadas, en vista normal (izq) y escaneada (der). En la parte superior se aprecia la conservación de un nivel de cenizas que corresponde con el techo del hogar; el resto de la secuencia se reconoce la sucesión de más de 20 cm sedimentos alterados por la acción calorífica sobre el suelo. Se aprecian 2 líneas de carbonatos que indican la inicialización del hogar en dos momentos distintos.
Este enfoque micro permite reconocer procesos y comportamientos asociados con la gestión de las estructuras de combustión, claves para definir las actividades e inferir la posible la función de estos estos yacimientos. En definitiva, la aplicación de la micromorfología de suelos al estudio de las estructuras de combustión deviene en una herramienta clave para investigar el rol que desempeñaron en la supervivencia física y cultural de los Neandertales.
El control efectivo del fuego de es uno de los ejes sobre los que pivota el proceso evolutivo, al señalar un elemento definitorio propio y exclusivo de la especie humana. La domesticación del fuego deriva implicaciones que son extensibles a la totalidad de las gentes que lo han integrado como un elemento indispensable en su vida cotidiana, cuestión que se puede reseguir hasta hoy en día.
Este proyecto está financiado por el Servei d’Arqueologia i Paleontologia de la Generalitat de Catalunya y el Ministerio de Ciencia e Innovación del Gobierno de España. El apoyo de la Fundación PALARQ ha sido esencial en el desarrollo de esta investigación sobre el funcionamiento de los hogares de Paleolítico medio de los yacimientos de La Noguera.