Yacimiento destacadísimo para la comprensión de los procesos de iberización y romanización de los Pirineos orientales
El mayor lote de material cerámico nunca recuperado en los Pirineos Orientales
Hallazgos de tinajas, pesos de telar, esqueletos de animales y elementos militares romanos
Aníbal y sus tropas por los Pirineos, un episodio histórico de primera magnitud, hoy por hoy aún muy mal conocido
El yacimiento del Tossal de Baltarga se sitúa en el Pirineo catalán, concretamente en el municipio de Bellver de Cerdanya, en la comarca de la Cerdanya (Lleida). Se encuentra en una elevación compuesta por dos cerros, controlando los accesos al llano de la Cerdanya y el paso del río Segre, eje de vertebración principal de la región. Su posición claramente estratégica ha condicionado su evolución a lo largo del tiempo, con una funcionalidad evidentemente vinculada al control del territorio y una ocupación que empieza en el Bronce Final-Primer Hierro, pero con dos fases principales en época antigua: una fase ibérica (ss. IV-III a.C.) y otra romana republicana (ss. II-I a.C.).
Tossal de Baltarga: Imagen del Edificio D durante su excavación
Posteriormente tuvo reocupaciones puntuales en momentos de conflictividad en la zona, como por ejemplo durante la última fase de la Guerra Civil (1936-39). El yacimiento fue documentado a partir de actuaciones de aficionados locales y desde el año 2011 hasta la actualidad viene siendo excavado por un equipo de la Universitat Autònoma de Barcelona, dirigido por el profesor Oriol Olesti Vila y que cuenta con el apoyo de Fundación Palarq.
El gran interés del yacimiento es documentar una fase en la ocupación del Pirineo muy mal documentada, y mostrar la conexión de estos territorios, siempre considerados marginales, con unos procesos históricos de primera magnitud: la iberización, la 2ª Guerra Púnica, la romanización, etc. Lejos de ser áreas periféricas y sin interés, el control y explotación de los territorios pirenaicos fue clave para comprender el periodo antiguo en el NE Peninsular.
Las características del asentamiento están condicionadas por su funcionalidad como punto de vigía y control territorial. Así, en las fases de época antigua (las únicas con ocupación extensa) se documenta, en la parte más elevada del cerro este, un núcleo de dimensiones reducidas (por el momento 0,3 Ha), formado por edificios dispersos, sin un urbanismo claro y sin una muralla o muro de cierre.
En relación a la fase ibérica, correspondiente al pueblo histórico de los ceretanos, encontramos diversos edificios probablemente asociados a una función de hábitat. Especialmente relevantes serían tres edificios (D, F y G) documentados en la parte sur del asentamiento. Se encuentran situados en un recorte realizado en la roca, uno al lado del otro, siguiendo la vertiente del cerro. Destacan porque en ellos se ha conservado una importante potencia estratigráfica, pero especialmente porque su momento final se relaciona con una destrucción violenta mediante un incendio. Ello permitió que los niveles arqueológicos se sellaran, de manera que durante su excavación se han podido recuperar abundantes materiales in situ, incluyendo el mayor lote de material cerámico nunca recuperado en los Pirineos Orientales para esta fase.
Por otro lado, esta preservación permitió reconstruir con bastante precisión los edificios. De este modo, se pudo observar que mayoritariamente eran edificios de dos plantas, gracias al hallazgo de los restos del pavimento de la primera planta y de elementos del techo, como bigas carbonizadas. La planta superior se vincularía al hábitat y actividades productivas y, por ejemplo, en los niveles asociados se recuperó la vajilla de la casa o, en el caso del Edificio G, una abundante cantidad de pesos de telar o pondera, asociados a la actividad textil. La planta baja, en cambio, tendría una función de almacenaje o de estabulación, como demuestran hallazgos como grandes tinajas, restos de acumulaciones de grano de trigo carbonizado, un bocado de caballo de hierro o los diversos esqueletos de animales estabulados que murieron durante el incendio (principalmente ovicápridos, pero también un perro). La importancia de estas habitaciones resulta fundamental puesto que, los restos arqueozoológicos -a los que se dedicarán buena parte de las analíticas previstas- están permitiendo por primera vez realizar estudios de mobilidad de animales, con la identificación hasta el momento de un grupo de ovejas transhumantes, las primeras documentadas en época ibérica en el NE Peninsular».
Por un lado, permite aproximarnos de forma privilegiada a cómo vivía la población ibérica en esta área de los Pirineos en el siglo III a.C., ya que resultará posible en estos niveles de destrucción realizar análisis de residuos, restos orgánicos y productivos, en un contexto cerrado y coherente. Por otro lado, la misma cronología de la destrucción, situada en el último cuarto del siglo III a.C. (datada mediante C14, los materiales cerámicos y las monedas recuperadas), permite vincularla con los fenómenos acaecidos en esta zona en relación con la Segunda Guerra Púnica y el paso de Aníbal y sus tropas por los Pirineos. Un episodio histórico de primera magnitud, hoy por hoy aún muy mal conocido.
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Anillo con signaculum encontrado en el Tossal Baltarga, representa a Aquiles protegiendo a Pentesilea Foto R. Maroto
En cuanto a la fase romana republicana, tras su destrucción el asentamiento fue reconstruido, manteniendo características similares (diversos edificios dispersos, sin urbanismo claro ni muralla), pero ahora organizado en torno un elemento central como es una notable torre cuadrada. Se mantiene y refuerza pues la función de punto de vigía, pero ahora directamente vinculada a la presencia militar romana. Alrededor de la torre tenemos diferentes edificios, la mayor parte de ellos asociados a funciones de hábitat y productivas. Con todo, es importante remarcar la recuperación de diversos elementos de militaria como clavos de caliga, proyectiles de honda de plomo, un extenso lote monetario, cerámicas de importación y, especialmente, tres anillos de tipología militar. Todo ello remite a la presencia de soldados romanos en este punto, muy probablemente una pequeña guarnición encargada de controlar y proteger este punto estratégico, ubicado en el paso de una vía transpirenaica de gran importancia.
Cabe remarcar la calidad de alguno de estos anillos, especialmente el recuperado en el Edificio F, hecho de hierro, pero con una piedra semipreciosa conservada (un sardónice). Se trataría de un signaculum, probablemente vinculado a un comandante militar de cierto rango, puesto que la riqueza de la pieza (representando una escena del ciclo troyano: Aquiles protegiendo a Pentesilea) así parece indicarlo.
La pérdida de estas ricas piezas hacen pensar en un abandono rápido del lugar, quizás en relación con los últimos movimientos militares en la zona que se dan a finales del siglo I a.C.: la guerra civil entre César y Pompeyo y la última revuelta ceretana el 39 a.C. El hallazgo de denarios de Pompeyo o César así parece confirmarlo. Tras estos hechos, el asentamiento (como la mayoría de núcleos indígenas de la Cerdanya) fue abandonado y cedió el protagonismo a la ciudad romana de Iulia Libica. Con todo, la relevancia del Tossal de Baltarga en el contexto pirenaico resulta fundamental y tanto los hallazgos materiales, como la interpretación histórica que de ellos se deduce, han permitido llevar a cabo un salto cualitativo destacadísimo para la comprensión de los procesos de iberización y romanización de los Pirineos orientales.
- El Tossal de Baltarga ¿Pasó Aníbal y sus tropas por los Pirineos? - 15 octubre, 2019
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