Son estructuras semicirculares construidas en piedra, listas para depositar la pesca, perfectamente organizadas y especializadas en función del tipo de pescado que se quisiera atrapar y que actúan a modo de piscifactorías.
Atrapar diferentes especies de peces, crustáceos y moluscos ha sido uno de los retos de los seres humanos para garantizar su alimentación, entre otros muchos y diversos nutrientes. Cómo conseguirlo ha sido un reto y cada época, cada cultura, cada zona geográfica a veces se han singularizado con alguna técnica. En este contexto, un proyecto de investigación ahonda en el conocimiento de los corrales marítimos de Ligüiqui, únicos en el mundo por su extensión a lo largo de seis kilómetros, entre esta localidad y Santa Marianita, en Ecuador, así como por las características de diversificación productiva.
Estos corrales marinos son estructuras semicirculares construidas en piedra, a modo de piscifactorías. Sirvieron, como pesquerías, para atrapar diferentes especies aprovechando las periódicas subidas y bajadas de la marea. Fueron construidos y utilizados por la cultura Manteña (una de las grandes culturas prehispánicas del Ecuador), a partir del siglo VIII de nuestra era, pero continúan usándose ahora por las comunidades que habitan este espacio tan singular, entre el mar y la selva tropical.
Actualmente, en el marco del proyecto de cooperación entre la Universidad de Alcalá de Henares (UAH) (bajo la dirección de los profesores Lauro Olmo y Manuel Castro) y el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural del Ecuador (INPC) (coordinado por el arqueólogo regional de Manabí, Marcos Octavio Labrada Ochoa), ‘Perduraciones, continuidad y ruptura. Nuevas realidades de desigualdad en la costa ecuatoriana central (ss. XVI-XVII): indicadores arqueológicos y transformaciones medioambientales’, subvencionado por la Fundación Palarq, se está llevando a cabo un estudio exhaustivo de estos corrales marítimos.
El proyecto se prolongará, en principio, durante 5 años, y tiene como objetivo la investigación de la sociedad Manteña y los cambios que supuso para la misma la llegada de los españoles y el proceso de implantación de la sociedad colonial. “Se trata de una cultura prehispánica que, entre los siglos VIII y XVI, generó un Estado en la zona costera central de Ecuador. Este estuvo definido por la existencia de ciudades y un organizado sistema económico de explotación de los recursos agrícolas y marítimos y de control de la navegación y las redes de intercambio comercial a larga distancia en gran parte de la costa del Pacífico. Controlaron la difusión y producción de la concha Spondylus, que se utilizó como objeto de intercambio y moneda a lo largo de Centroamérica y el sector andino. La llegada de los españoles, a partir de 1526/1531, supuso el inicio de un periodo de cambio y transformaciones para el que la arqueología muestra que se desarrolló a lo largo de más de un siglo y medio”, explica Lauro Olmo, Catedrático de Arqueología de la Universidad de Alcalá y codirector del proyecto.
“En este periodo, dentro del proceso de implantación del sistema colonial, se observa cómo permanecen vigentes elementos de la sociedad manteña en las costumbres, en las formas de vida y en las estructuras sociales y económicas de la zona hasta bien entrado el siglo XVII y, en muchos casos, hasta la actualidad, como ocurre con los corrales marítimos. Un paisaje en el que se percibe la perduración y la resistencia, junto a las nuevas estructuras de control y dominio en todo un proceso durante el que se va produciendo la asimilación a la sociedad colonial’, agrega Manuel Castro, Investigador Postdoctoral Contratado de la Universidad de Alcalá y codirector del proyecto.
El proyecto supone, por tanto, una aproximación amplia a un periodo de transformaciones, poniendo en el centro del debate los cambios sociales a través del registro material arqueológico, y su diálogo, no siempre fácil, con las fuentes escritas. “Estamos estudiando los asentamientos, a través de los complejos manteños de Cerro de las Hojas-Jaboncillo (3.500 ha.) y Ligüiqui y la fundada por los españoles de Portoviejo y sus respectivos territorios. Esto nos permitirá, investigar las estructuras productivas, como los corrales marítimos o las terrazas de cultivo agrícola de época Manteña, tratando de identificar y contextualizar los distintos elementos del paisaje y lo que supuso el proceso colonizador a partir del siglo XVI en el área central de la costa ecuatoriana”, agrega el Prof. Castro.
Los corrales marítimos son estructuras dispersas por todo el mundo, aunque de momento no se haya encontrado una conexión entre ellas. “Hay corrales localizados en Chile, en Australia y en Islandia y también en España, donde los más conocidos están en Rota, pero ninguno es tan extenso como los de Ligüiqui, donde se percibe de entrada la existencia de un sistema a mayor escala y mejor organizado que en el resto de los corrales hasta ahora conocidos’, matiza el Prof. Olmo.
Estas estructuras de piedra, listas para depositar la pesca, están perfectamente organizadas y especializadas en función del tipo de pescado que se quisiera atrapar. Se ha comprobado como los corrales de Liqüiqui, que llegaban a penetrar desde la playa hasta 300 m. en el interior del mar, se disponían a través de distintas franjas paralelas, habiendo sido algunos destruidos, como resultado de la elevación del nivel marítimo, consecuencia de los efectos del cambio climático.
Los arqueólogos están trabajando en estrecha cooperación con la comunidad local, que sigue explotando algunos de estos corrales con parte del sistema de organización y de las técnicas extractivas originarias, para la preservación y difusión de esta milenaria actividad.
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